martes, 27 de mayo de 2008

SAIRECABUR CONQUISTADO

¡CUMBRE DEL SAIRECABUR (5.980), EL CERRO DE LA LLUVIA. CONQUISTADA A LAS 11:20 HRS. DEL SÁBADO 24.05.08, JUNTO A CARLOS DÍAS – ROMERO (AZIMUT 360) TRAS 5 HORAS DE ASCENSO DESDE LOS 5.000!

La falta de quórum montañero, generó un ascenso “solitario y sereno”

Fue MÁS cerro de lo que esperaba y me costó MENOS de lo que pensaba. La caminata por la enigmática Cordillera de la Sal hasta el Valle de la Luna el jueves y el trekking de aclimatación por los 17 km. desde Río Grande (3.200) hasta Machuca (4.100) el viernes, nos permitieron atacar con propiedad el punero y archirrocoso desafío que Dios quiso que cediera ante la ansiedad humana y, así, el ojo pudiese contemplar desde su cumbre, una vez más, el imponente Licancabur, el Cerro del Pueblo, no ya desde el sur por el Toco, sino también desde el noreste, por el Saire. Pero habiendo regresado después de 5 años a San Pedro de Atacama, el viaje, plagado de simbolismos y maravillosos recuerdos (en que varios de ustedes estuvieron presentes claro), significó mucho más para mí que un cerro y estuvo colmado de insólitos encuentros y reencuentros sorpresivos que ameritan con creces un relato “a la altura” que espero concretar y compartir con ustedes en los próximos días. Un enigmático relato, para un enigmático lugar:
Planeta Atacama.
Beatriz

lunes, 19 de mayo de 2008

"Punta Conejo"

Relato por Beatriz Delgado.

Y finalmente el 1 de mayo nos llevó a Pablo Silva, Daniel Pla, Eduardo Quezada y a mí a una impredecible aventurilla que tuvo de drama, de acción y de comedia, en el Cajón del Arenas, en pos del Rubilla, que, en todo caso, ¡nunca fue!, je!.

En honor al Día del Trabajo, madrugamos como nunca y a las 4:10 hrs. de la mañana, bajo las estrellas y una fina luna nueva, dejamos la urbe para partir rumbo a los confines cordilleranos, estando a las 6:00 hrs. en el cabrerío, a los pies del, entonces aún en penumbras, monumental Volcán San José. Ya por el camino habíamos comenzado a adivinar lo que no esperábamos: un copioso manto de nieve cubriendo las altas cumbres de los Andes que, en ese momento, nos bajó bruscamente de lo onírico a lo real, al hacer patinar, zigzagueante, el Toyota todoterreno de Pablo y obligarnos a descender a poner las cadenas a sus cuatro enormes neumáticos. Pero no alcanzamos a usufructuar del cometido que demandó unos 20 minutos de maniobras bajo el intenso frío del amanecer, pues, ¡OSO! tras sólo un par de metros de recorrido, ¡GGRRRRRR!, el 4x4 quedó enterrado hasta el EJE en un lodazal de nieve y barro. Uuuuuu.

¡Pero nada podía detenernos! Y he ahí, a “Rescate Internacional” en plena acción (¡tantararan, tara ra tata tararan tan tan!...). Aunque olvidamos nuestros vehículos superpoderosos en casa, teníamos nuestra fuerza y habilidad de siempre, y gracias al quehacer de unos inspirados Daniel y Eduardo, más la extraordinaria habilidad de Pablo al volante y mi fuerza física, naturalmente, (je!), logramos el objetivo propuesto: rescatar al jeep de las fauces de la tierra.

Y así, con el auto a salvo y el propósito intacto, a las 7:30 hrs. en medio del más profundo silencio del entorno y con las primeras luces del alba, partimos rumbo al Cajón, con el cric – crac de los bototos al quebrar el hielo, varios kilómetros antes de lo previsto para ello.


Dos horas después dejábamos el nevado camino para ascender por la pronunciada y larga ladera que colinda el impresionante Diedro del Mai, justo frente al Arenas.

Tras dos horas, nuevamente, de serpenteante ascenso, llegábamos al portezuelo que se visualiza desde el camino, donde tomamos un dulce respiro, y una hora después, luego de recorrer el también nevado y resbaladizo filo que va hacia el norte (con la concentración hasta ¡se me soltaron las trenzas!), arribábamos a un “montículo”, situado justo en frente del Punta Ventana y el Rubilla. El reloj marcaba las 12:30 hrs. y habíamos completado ya 1000 m. de desnivel.

Las dos horas que tuvimos que invertir en una aproximación a pie no prevista y la perspectiva de una bellísima, pero toda blanca ruta de nieve profunda por recorrer en un cerro nuevo (unas 3 horas más por lo menos, aunque Pablo hubiese mantenido la segunda y yo hubiese aumentado a quinta), nos hizo actuar con sensatez y dejar el ascenso hasta allí; hasta la ¡“Punta Conejo”! como denominamos a ese punto, al que llegamos siguiendo las huellas de una loca liebre que nos precedía, y estaba coronado por un hito de cemento y marcado en el mapa que Pablo llevaba, a una altitud de 3.180 m. Digno y lindo.



Y entonces vino el relax. La buena mesa (con el chorizo de Daniel incluido), las historias montañeras de cada cual, las tomas fotográficas a lo Karate Kid y en muchas otras insólitas poses y, sobretodo, el disfrute de la más hermosa perspectiva que se puede tener en ese lugar privilegiado: bajo un día celeste intenso de sol radiante y sin una pizca de viento, nos saludaban sonrientes desde el San Francisco por la izquierda, hasta el cerro Castillo por la derecha, con un Morado, un Mesón Alto, un Marmolejo y un San José desplegando toda su alba voracidad y, detrás, gritando que no los olvidáramos, un Retumbadero, Corona e imponente Diablo, entre otros. Era, definitivamente, una imagen a inmortalizar con un gran angular.

Acordando regresar en una próxima oportunidad (1 de noviembre tal vez), para acampar en la lagunita que se visualizaba en el cajón contiguo y subir tanto el Punta Ventana como el Rubilla, emprendimos el descenso entre, todavía, las abundantes risas del grupo. Este fue rápido y concurrido, pues encontramos a Andrés Jorquera en el camino acompañado de un amplio contingente de alumnos de montaña de la Universidad de Santiago. Entre intercambios de saludos, comentarios “técnicos” (sólo para entendidos) y bromas varias, a las 16:00 hrs., arribábamos de vuelta al auto.

La soleadísima y muy divertida jornada otoñal de montaña de este inolvidable 1 de mayo de 2008, no podía terminar, naturalmente, sin “el minuto” de relax para el cual, esta vez, y considerando la presencia de Eduardo (bueno y la mía, je!...después de todo soy “amigui, amigui” del DAV), escogimos el cálido Refugio del Club Andino Alemán de lo Valdés. Allí, donde casualmente compartimos con Gonzalo Cánovas (Mister President) y “familia”, dimos el bajo a cervezas, contundentes sándwich y al plato estrella del Refugio (abundantes tallarines con salsa), para luego partir de regreso a Santiago, no sin antes detenernos para visitar a una monjita tibetana que habita en las inmediaciones (cosas de Daniel….). Ahora, la monjita en cuestión no estaba….seguramente, a esa misma hora, disfrutaba del largo weekend paseando por la extensa playa de Reñaca, je! Daniel, tendrás que aplicarte; ya sabes:

“¡Si Adelita se fuera con otro, la buscaría por tierra y por mar;
Si por mar en un buque de guerra, si por tierra en un tren militar”!

Con las estrellas partimos y con las estrellas llegamos.

Penélope
Santiago, 2 de mayo de 2008