martes, 20 de octubre de 2009

Marisemberg

Hace tiempo venía dándole vueltas al Marisemberg (4125m),
un cerro poco concurrido de la vertiente oriental del valle del Mesoncito.
Finalmente y aprovechando un pronóstico pasable en medio de la primavera
lluviosa del 2009, salí el 17 de octubre con Pablo Silva y Beatriz Delgado.
El camino estaba cubierto de nieve a partir del Cabrerío,
así que desde ahí mismo cruzamos el valle de la Engorda para empalmar con
el Clarillo y luego ascender por el estero Placas.
Mientras nos enterrabamos en nieve profunda,
Pablo en randoné nos daba cátedra sobre avanzar ligero,
aunque con ello no opacaba al grupo de gringos que hacían Heliski
en las laderas del vecino San José.
Luego de 3 cruces de río y 7 agotadoras horas de marcha,
llegamos a la Pirca Mañke, que sólo adivinamos por el GPS.
Al día siguiente, la salida a las 6 de la mañana fue más tarde de lo previsto
y además, en medio de una densa nube acompañada de nevadas suaves.
Entre tanto blanco nos anduvimos desorientando, pero luego de una discusión
zanjada por el GPS, continuamos con rumbo correcto.
Tras poco más de una hora, la niebla comenzó a disiparse,
mostrando las siluetas aceradas del Mesoncito.
El manto de nieve virgen cedía al deslizar suave de los esquís de Pablo,
mientras los peatones seguiamos el surco con la ilusión de no enterrarnos tanto.
Cuando el frío ya parecía broma, enfilamos hacia el portezuelo que une la
Punta Camanchaca con la Equivocados.
Tras una inclinada pendiente se alcanza el portezuelo ...
... el que nos regaló con una visión onírica del Marisemberg y con la más esperada
aparición del sol, justo cuando la ropa ya se hacía poca.
Cerca de las 11 de la mañana alcanzamos un segundo portezuelo,
que esta vez une la Punta Equivocados con el Marisemberg.
Ahí dejamos las mochilas, esquís y bastones
y desenfundamos la cuerda, las cintas y los fierros.
La arista norte del cerro se alza desde el mismo portezuelo
y es fácil de trepar a través de una línea evidente de peldaños,
bloques, fisuras, chimeneas y placas.
Hasta ahí todo bien.
Gran vista al San José y Marmolejo,
y fuera de algunos pasos aéreos, pocas dificultades.
Pero como corresponde, a falta de 10m de la cumbre, llegamos a una terraza
estrecha taponeada por un bloque que obligaba a la escalada.
Por el frente era liso y compacto, así que había que jugársela por alguna de las
caras laterales, ambas expuestas a largas caídas.
La izquierda era vertical, así que la elegida fue la derecha (oeste).Ahí salió a relucir "San Pablo", que sin pensarla dos veces,
armó la reunión y mientras yo lo aseguraba, se colgó sobre el abismo
y escaló por unas regletas cubiertas de nieve que todavía no me saco de la cabeza.
Betty y yo nos colgamos sin asco de la cuerda, aunque igual antes me jugué la carta,
pero sólo para comprobar dos veces que el prusik funciona.
Después, nada más que un breve pero aéreo filo para, pasadas las 12,
encaramarnos de a uno en la roca final.
Arriba la vista es monumental, pero es todo tan estrecho que apenas atiné a tomar fotos.
Las cumbres subsidiarias del cerro se ven desafiantes hacia el sur,
aunque probablemente no registren ascensos. En la cumbre encontramos un tubo de película fotográfica con el testimonio de un penquista y un holandés firmado en enero de 1994.
Después de un rapel y el regreso hasta las mochilas, Pablo bajó como las velas esquiando, mientras Bea y yo, a paso de nevero, admirábamos incrédulos
los bloques que acabábamos de conquistar.
Por fin! El Marisemberg.

Relato Eduardo Atalah
Fotografías Pablo Silva y Eduardo Atalah

***

lunes, 5 de octubre de 2009

Todos los Vientos

El 3 de octubre Beatriz Delgado, Alvaro Vivanco (DAV) y Eduardo Atalah
salimos al cerro Los Piches desde el cajón del río San Francisco,
el que cruzamos por un vado en el Km 25 del camino a Los Bronces.
Ascendimos hacia el este por la quebrada que conduce al Manchón (3720m)
y acampamos bajo su cumbre a 3400m.
Luego de una noche de ventisca, el domingo amaneció peor,
así que azotados por fuertes ráfagas superamos el desnivel que nos separaba del filo,
donde entre varias otras cumbres, se alza el Piches, de 4200m.
Mientras avanzamos hacia el norte iban apareciendo más cimas
y entre ellas, la primera, una puntuda y luego
una roma nevada que suponíamos era la de Los Piches.
Más atrás se distinguía una oscura sin nieve y finalmente el Altar.
A la puntuda llegamos en un rato y resultó tener 3895m.
Para pararse en ella tuvimos que tomar impulso y concentrarnos para no salir volando.
El filo a continuación desciende y después de subir una loma sencilla,
vuelve a subir hasta la cumbre de un cerro con cara sur nevada y lindas cornisas en la cumbre.
Seguro que era el Piches!
La nieve estaba muy blanda para intentarlo por la cara sur,
así que nos tiramos por la arista oeste, cubierta de rocas descompuestas.
Ya en la cumbre y sin acercarse demasiado a la cornisa, medimos sólo 4010m.
Está claro que no era el Piches.
En esta cumbre confluyen tres cajones, así que el viento atacaba de todos lados.
Eso, más el frío perro, nos decidió por el regreso.
Antes de irnos, armamos una pirca y dejamos una caja de testimonios
y a falta de más datos, le pusimos cerro de Todos los Vientos.
En triste conclusión, el Piches sería la cumbre que continúa hacia el norte,
luego de un descenso importante y una pendiente poco amigable,
que aconseja rodear el cerro por el este.
Desde la cumbre 4010 al este hay una bonita vista del Littoria y del Fickensher,
mientras que el glaciar de la Paloma impresiona hacia el norte,
junto con un par de pirámides medio agresivas
que tientan con sus buenas canaletas.
Para cualquiera de estos cerros, la vía más directa va por su vertiente oeste,
sin embargo, el acceso a esos cajones está vedado por Anglo American,
la minera que controla Los Bronces.

Eduardo Atalah

Cortadera

El 20 de septiembre salí al Cortadera, 3334m.
Que no es el empingorotado Cortaderas,
así en plural, vecino del Loma Larga,
sino el más discreto y amigable del cajón del río San Francisco,
justo por sobre la entrada a la mina Los Bronces.
Desde una quebrada que cae al sur del control de acceso a la mina (2054m),
remonté la pendiente directo hacia el poniente.
En 3 horas y media alcancé el filo del cordón,
que en media hora más hacia el norte remata en la cumbre.
Invernal en solitario, que tal?
Desde la cima al oeste hay buena vista hacia el cerro de Los Ángeles.
Hacia el norte, el cordón encadena el Alto del Hotel y el cerro El Cobre.

Eduardo Atalah