Hace tiempo venía dándole vueltas al Marisemberg (4125m),
un cerro poco concurrido de la vertiente oriental del valle del Mesoncito.
Finalmente y aprovechando un pronóstico pasable en medio de la primavera
lluviosa del 2009, salí el 17 de octubre con Pablo Silva y Beatriz Delgado.
El camino estaba cubierto de nieve a partir del Cabrerío,
así que desde ahí mismo cruzamos el valle de la Engorda para empalmar con
el Clarillo y luego ascender por el estero Placas.
un cerro poco concurrido de la vertiente oriental del valle del Mesoncito.
Finalmente y aprovechando un pronóstico pasable en medio de la primavera
lluviosa del 2009, salí el 17 de octubre con Pablo Silva y Beatriz Delgado.
El camino estaba cubierto de nieve a partir del Cabrerío,
así que desde ahí mismo cruzamos el valle de la Engorda para empalmar con
el Clarillo y luego ascender por el estero Placas.
Mientras nos enterrabamos en nieve profunda,
Pablo en randoné nos daba cátedra sobre avanzar ligero,
aunque con ello no opacaba al grupo de gringos que hacían Heliski
en las laderas del vecino San José.
Pablo en randoné nos daba cátedra sobre avanzar ligero,
aunque con ello no opacaba al grupo de gringos que hacían Heliski
en las laderas del vecino San José.
llegamos a la Pirca Mañke, que sólo adivinamos por el GPS.
Al día siguiente, la salida a las 6 de la mañana fue más tarde de lo previsto
y además, en medio de una densa nube acompañada de nevadas suaves.
Entre tanto blanco nos anduvimos desorientando, pero luego de una discusión
zanjada por el GPS, continuamos con rumbo correcto.
Tras poco más de una hora, la niebla comenzó a disiparse,
mostrando las siluetas aceradas del Mesoncito.
y además, en medio de una densa nube acompañada de nevadas suaves.
Entre tanto blanco nos anduvimos desorientando, pero luego de una discusión
zanjada por el GPS, continuamos con rumbo correcto.
Tras poco más de una hora, la niebla comenzó a disiparse,
mostrando las siluetas aceradas del Mesoncito.
El manto de nieve virgen cedía al deslizar suave de los esquís de Pablo,
mientras los peatones seguiamos el surco con la ilusión de no enterrarnos tanto.
mientras los peatones seguiamos el surco con la ilusión de no enterrarnos tanto.
Cuando el frío ya parecía broma, enfilamos hacia el portezuelo que une la
Punta Camanchaca con la Equivocados.
Punta Camanchaca con la Equivocados.
aparición del sol, justo cuando la ropa ya se hacía poca.
Cerca de las 11 de la mañana alcanzamos un segundo portezuelo,
que esta vez une la Punta Equivocados con el Marisemberg.
Ahí dejamos las mochilas, esquís y bastones
y desenfundamos la cuerda, las cintas y los fierros.
que esta vez une la Punta Equivocados con el Marisemberg.
Ahí dejamos las mochilas, esquís y bastones
y desenfundamos la cuerda, las cintas y los fierros.
La arista norte del cerro se alza desde el mismo portezuelo
y es fácil de trepar a través de una línea evidente de peldaños,
bloques, fisuras, chimeneas y placas.
y es fácil de trepar a través de una línea evidente de peldaños,
bloques, fisuras, chimeneas y placas.
Hasta ahí todo bien.
Gran vista al San José y Marmolejo,
y fuera de algunos pasos aéreos, pocas dificultades.
Gran vista al San José y Marmolejo,
y fuera de algunos pasos aéreos, pocas dificultades.
Pero como corresponde, a falta de 10m de la cumbre, llegamos a una terraza
estrecha taponeada por un bloque que obligaba a la escalada.
Por el frente era liso y compacto, así que había que jugársela por alguna de las
caras laterales, ambas expuestas a largas caídas.
estrecha taponeada por un bloque que obligaba a la escalada.
Por el frente era liso y compacto, así que había que jugársela por alguna de las
caras laterales, ambas expuestas a largas caídas.
Betty y yo nos colgamos sin asco de la cuerda, aunque igual antes me jugué la carta,
pero sólo para comprobar dos veces que el prusik funciona.
pero sólo para comprobar dos veces que el prusik funciona.
Después, nada más que un breve pero aéreo filo para, pasadas las 12,
encaramarnos de a uno en la roca final.
encaramarnos de a uno en la roca final.
Arriba la vista es monumental, pero es todo tan estrecho que apenas atiné a tomar fotos.
Las cumbres subsidiarias del cerro se ven desafiantes hacia el sur,
aunque probablemente no registren ascensos. En la cumbre encontramos un tubo de película fotográfica con el testimonio de un penquista y un holandés firmado en enero de 1994.
Las cumbres subsidiarias del cerro se ven desafiantes hacia el sur,
aunque probablemente no registren ascensos. En la cumbre encontramos un tubo de película fotográfica con el testimonio de un penquista y un holandés firmado en enero de 1994.
Después de un rapel y el regreso hasta las mochilas, Pablo bajó como las velas esquiando, mientras Bea y yo, a paso de nevero, admirábamos incrédulos
los bloques que acabábamos de conquistar.
los bloques que acabábamos de conquistar.
Relato Eduardo Atalah
Fotografías Pablo Silva y Eduardo Atalah
***