lunes, 7 de enero de 2008

Cerro La Paloma, ascenso por el glaciar sudeste

Día 1. Viernes 28/12/2007

En Villa Paulina, a las 10 de la mañana del viernes 28 de diciembre, comenzó nuestra marcha por el cajón de Yerba Loca.


Integramos la excursión Pablo Silva, Bruno Saldías y Alberto Ugalde, nuestro objetivo era subir el cerro La Paloma, por la ruta del glaciar sudeste, de 4910 m. de altitud. Nos acompañó en la aproximación Sat Sansar, maestro de yoga y hombre de buen andar.


Un alto en el camino, con el Falso Altar al fondo



Gracias a un dinámico tranco y a descansos cortos, llegamos a Piedra Carvajal temprano por la tarde. Como andábamos sin carpa, ante la amenaza de lluvia preferimos quedarnos en el refugio de piedra a pasar el resto del día y la (corta) noche. Después de nosotros llegó más gente al lugar, con lo que el lítico aposento se llenó de alegre camaradería. Por la tarde llovió, contraviniendo todos los pronósticos del tiempo revisados, incluido el empingorotado reporte de la minera Andina. Finalmente, una ventosa noche acompañó nuestro desvelo en espera del día siguiente.




En Casa de Piedra Carvajal, preparándose para el día siguiente


La lluvia para y el día termina


Día 2. Sábado 29/12/2007


El despertador anunció el inicio de la jornada a las 2:30. Luego de cumplida la rutina de amanecer de día de ataque, la marcha se inició puntualmente a las 4 de la mañana. Con cielo despejado y una buena luna menguante, la caminata nocturna no presentó problemas. Alcanzado el fondo del cajón, el ascenso por la cuesta hacia el pie del glaciar lo hicimos mientras el día se iluminaba. La buena huella permitía avanzar sin inconvenientes, lo que aprovechamos para progresar a gran velocidad.


Llegando al hielo a primera hora del día


Claro que no todo fue maravilla, porque por ahí, entre los montículos morrénicos, Bruno se separó del resto, dando lugar a largos minutos de incómoda incertidumbre. El reencuentro fue al pie del glaciar, justo casi en el lugar de ponerse los crampones y meterse al hielo. La masa helada estaba en regulares condiciones. Sus respetables penitentes, con caras de cristal y pies embadurnados con tierra y piedras, a la vez facilitaban y dificultaban el avance.

Luego de un corto tramo por la parte baja del hielo, alcanzamos el plateau en que está el mayor desarrollo del cuerpo helado, en esta parte con sus buenas grietas. La información que habíamos recabado nos indicaba que no sería necesario el uso de cuerda, aunque convenía llevarla por precaución. La verdad es que la cuerda fue muy usada, pasamos unas 6 grietas grandes, todas por puentes de nieve, en todos los casos con aseguramiento dinámico el primero y avance en simultáneo el resto. Salimos de esta parte luego de unas dos horas, al alcanzar el borde superior de la rimaya, donde nos desencordamos. La altitud del lugar era de 4350 m.

Cruzando grietas

A continuación vino un tramo nevado largo con una pendiente muy fuerte, que nos acompañaría hasta la cumbre. La primera parte no tenía penitentes, y la nieve proporcionaba un agarre adecuado. Pero al ir progresando la pendiente se fue pronunciando, y la nieve dando paso a un hielo poco consistente, en ocasiones tan delgado que los crampones se estrellaban en la roca basal. En esa parte hubo tramos, pasadas, por terreno definitivamente malo. En uno de éstos, Bruno, que avanzaba más atrás y cuyo mal ajustado crampón insistía en separarse del zapato, debió ser auxiliado con la cuerda para subir.

La pendiente es sostenida

Hacia el último tercio de este tramo la cosa se compuso un poco, pues reaparecieron los penitentes, que si bien eran un impedimento al avance eran también un buen seguro contra posibles caídas. Reapareció también el hielo cristal, que combinado con los pináculos blancos nos obligó a avanzar de modo zigzagueante y con bastantes retrocesos, al encontrarse uno de pronto frente a una pared vertical imposible de pasar. Hacia la izquierda de la ruta los penitentes se confundían con los seracs que abundaban en esa parte del glaciar, y donde el hielo se ponía más como cristal.

Saliendo al filo cumbrero. Al fondo, el Altar

Sin poder ver bien adónde terminaba nuestro cerro, el vecino Altar nos indicaba que poco debía quedarnos. Ya en la parte final, la ilusión de ver acercarse la cumbre y de creer que la pendiente va disminuyendo no se veían compensadas por las continuas paradas a que el cansancio nos obligaba. El viejo truco de contar 20 pasos y parar no se podía aplicar, por los caprichos del terreno. Finalmente, en un denodado esfuerzo, en que la mente se va fijando en una única idea y en que el cuerpo se tensa y salta más allá de sus límites naturales, asoma la nieve más brillante indicando que arriba no hay nada más. A las 16:30 salimos de la pared de hielo por su parte superior, después de recorrer el glaciar en toda su extensión.

Alberto y Bruno

Luego de unos cortos pasos pisamos la cumbre principal. No encontramos caja de cumbre, por lo que no tuvimos donde dejar nuestro testimonio. Sólo una foto con tinte de victoria.

En la Cumbre

El regreso al refugio no fue fácil. Haciendo caso de las recomendaciones recibidas, nuestra ruta de bajada sería la normal. Eso suponía una dificultad adicional, pues era terreno nuevo para nosotros. Además, Bruno se agotó en la subida, por lo que su ritmo de bajada estaba muy malo. La situación no era para nada cómoda.

Hacia las 19 horas todavía estábamos sobre los 4500 m. mientras el tiempo se estaba poniendo amenazante, con nubes que empezaban a subir por el desconocido valle, mientas una fina nevada se dejaba caer. Hacia las 21:30 estábamos por fin a 3800, en el límite inferior de la nieve, cuando la oscuridad de la noche se adueñaba del lugar.


Fuera de peligro, Bruno bajaría ahora solo, a su ritmo, unido a nosotros a través del mágico hilo de la radio, mientras Pablo y yo aceleramos el paso para finalmente llegar a Carvajal a las 1:15 del domingo, punto final de una agotadora jornada. Bruno, cansado y ya sin la presión de bajar que le impusimos, nos avisa que decide pasar el resto de la noche metido en su mochila y al abrigo de su parka de plumas. Las frías ráfagas que abundaron esa noche no fueron problema para él, pues “no las pescó”.

Al despuntar las primeras luces del día, el rezagado retomó la marcha, y al refugio temprano llegó, marcando con ello el final feliz de la dura jornada de cumbre.


Día 3. Domingo 30/12/2007

De vez en cuando, los andinistas tenemos la suerte de gozar de un día de relajo en montaña, máxime si tenemos el premio de la cumbre. Amanecer tranquilo, desayuno sin apuro y con licencia para abusar, hay tiempo para conversar al calor del sol, observando el agitado afán de las avecillas que pueblan el lugar, algo de aseo y de vuelta a descansar. La conversación gira en torno al día anterior, cada cual cuenta su versión, y la risa y la excitación se turnan para aportar la emoción.


Con pena, las mochilas se van llenando lentamente del preciado equipo, hasta por fin cerrar, marcando el momento en que el sueño llega al final.

Relato: Alberto Ugalde
Fotos: Pablo Silva

1 comentario:

Atalah dijo...

Felicitaciones! que jornadón se despacharon el día 2.
Bonita ruta.
EA